Rothko y la magia del color

Estás de visita en uno de los grandes museos de arte y te encuentras con este cuadro expuesto en el MOMA de Nueva York.

ImageRothko No. 14 at SF-MoMA

Es posible que el arte abstracto no te guste y sigas tu camino a través de la sala sin detenerte; tal vez, incluso, aceleres la marcha.
Pero igual no. El cuadro tiene una extraña atracción. Parece que te llama.
Hay un banco delante. Te sientas. Algo tiene…

ImageNo. 61 (Rust and Blue), 1953, 115 cm × 92 cm (45 in × 36 in). Museum of Contemporary Art, Los Angeles

Es un cuadro muy grande, ocupa casi toda la pared. “Los hago grandes,” decía Rothko, “porque quiero que el espectador se sienta envuelto dentro del cuadro. Debe acercarse y entrar.”

Estás sentado a solo un par de metros y de pronto el cuadro empieza a hablarte. No con palabras, por supuesto, sino con una extraña aura o resplandor que jamás has sentido en otra pintura. Es como si te asomaras a una habitación oscura y sin embargo luminosa, o contemplaras una nube, o miraras a través del mar… ¡Qué demonios! ¿Cómo consigue Rothko esto?

Rectángulos horizontales de color a través de un gran campo, como si de una bandera se tratara. Los bordes de los rectángulos parecen rotos. Los colores son bellos pero las combinaciones inusuales; parecen chocar o coquetear entre ellas. Contemplas un rectángulo durante un momento, sientes su azul o su naranja, pero luego al mirar al rectángulo vecino recibes un pequeño susto al darte cuenta de que has saltado la valla y estás pisando el terreno de otro. Estabas en un desierto bajo un sol de justicia y de repente te encuentras en un bosque.

ImageFour Darks in Red, 1958, Whitney Museum of American Art
Los colores de las bandas varian en intensidad. Algunos son poco espesos y apagados, otros luminosos. El color no está aplicado de forma regular: grandes brochadas dejan asomarse otro color debajo.
Los cuadros dan la primera impresión de que fueron creados de prisa, como bocetos hechos justo cuando a Rothko le llegó la idea o la inspiración original. Así, hay imprecisión por todas partes y  correcciones aparentes. Esto proporciona a las pinturas una frescura y la sensación de estar todavía por el camino, no de haber llegado todavía.

ImageNo. 3/No. 13 (Magenta, Black, Green on Orange), 1949, 85 3/8″ × 65″ (216.5 × 164.8 cm), oil on canvas, Museum of Modern Art.

Cuanto más tiempo miras, más evidente resulta que todo se ha hecho con intención, que no hay nada dejado al azar. Los espacios entre los rectángulos y cada irregularidad de trazo o tono han sido estudiados y tienen su misión en el efecto general. Aunque al principio puedes tener la impresión de que el artista simplemente cogía brochas cargadas de pintura y daba grandes pasadas por el lienzo, pronto te das cuenta de que las obras son el resultado de mucha reflexión y experimentación.

Rothko dijo que había aprendido de Matisse, otro genio del color. Matisse escribió:
“El color va más allá de sí mismo: si lo encierras con una linea curva y negra, pongamos, lo destruyes (desde el punto de vista del lenguaje del color), porque le robas todo su potencial de expansión. El color no tiene por qué aparecer de una forma predeterminada. No es siquiera deseable que así aparezca. Pero lo que sí importa es la posibilidad de expandirse. En el momento en que el color llega ligeramente más allá de sus limites, este poder expansivo se pone en operación. Se crea una especie de zona neutra en donde el color colindante tiene que invadir una vez que haya alcanzado su máxima extensión. Cuando esto pasa se podrá decir que la pintura respira..”

Rothko declaró que su intención era dirigirse al espíritu y a las emociones del espectador. Llegó a creer que sus bandas de color podrían “liberar energías inconscientes” y “aliviar al hombre moderno de su vacío espiritual”. Podrían sosegar su alma atormentada y llevarlo a una tierra de paz y belleza.

ImageUntitled (Black on Grey), 1970

Rothko depende mucho del espectador. “Un cuadro,” decía, “vive del compañerismo, expandiéndose y avivándose en los ojos del observador sensible.”

La belleza vive en los ojos de él que ve, afirma un dicho inglés. Pero la belleza no es lo único que su ojo alberga. Los artistas le presuponen muchas otras cosas. Cuanto mayor es la vida interior del observador, más posibilidades tiene el artista de llegar a él. Algunos tienen vastos mundos espirituales por dentro. Es a esta gente que el artista busca para enseñar sus creaciones. A no ser que tengan estrictos controles fronterizos en forma de prejuicios o obstáculos irracionales, su obra puede entrar directamente, moverse libremente por todas partes y sentirse en casa.

Muchos otros artistas, especialmente artistas abstractos, han declarado que su propósito era agraciar a sus espectadores con una experiencia espiritual.  Matisse escribió: “Estoy a la búsqueda de un arte de equilibrio y pureza, un arte que ni aturde ni confunde. Quisiera que la gente cansada, estresada y rota encontrara paz y tranquilidad cuando contempla mis cuadros.”

Cuando al final de su carrera Rothko se hizo famoso y su obra empezó a cotizarse, se preocupaba de que la gente no la comprendía y que la compraba solo como una inversión o porque se había puesto de moda. Temía que sus bonitos colores despistaran sobre sus verdaderas intenciones. “No soy abstraccionista,” gruñía, “ y estoy harto de que me llaman un colorista. Mi propósito es expresar las emociones humanas básicas. La gente que llora ante mis cuadros está pasando por la misma experiencia religiosa que yo cuando los pintaba. Y si, como dicen, se sienten conmovidos solamente por su relación de color, entonces, no los han entendido.”

El color y el carácter de sus pinturas cambió en los últimos años. Se volvían cada vez más sombrios y «la tragedia, el éxtasis y la perdición” eran su mensaje declarado.

ImageCapilla Rothko en Houston, Texas

Rothko aceptó el encargo de unas grandes pinturas religiosas para una capilla diseñada específicamente para su exposición y contemplación. Todas eran completamente negras o de marrón oscuro.

Algunos visitantes gozan de la profundidad del sentimiento y “trascendencia” que experimentan mientras están sentados sobre los bancos de la capilla; otros, o se quedan dormidos por la contemplación o caen en una depresión voluntaria. “El secreto hacia la transcendencia es lo trágico,” decía Rothko.

Para muchos, el arte abstracto está limitado por la ausencia de elementos culturales. El artista puede tal vez impulsar la imaginación del espectador pero le faltan los medios para dirigir su rumbo. “Nuestra función como artistas,” escribió Rothko en una proclamación famosa, “es hacer que el espectador vea las cosas a nuestra manera, no a la suya.”
En estas últimas obras, cargadas de la depresión del artista, Rothko parece haberse pasado; intenta subyugar la imaginación del espectador por una imposición.

Pero en sus mejores creaciones, su manejo de los recursos retóricos son brillantes; su elocuencia es arrolladora. Hay, como dijo Robert Hughes, “gran presagio y tristeza” en algunas de las pinturas y una “alegre y exquisita luminosidad” en otras. Pocos artistas abstractos han conseguido con sus obras presentarse y conversar tan directamente con el espectador. Su atractivo no puede explicarse con un simple estudio de los elementos y su disposición. Hay el “algo” mágico del arte grande—la llamada para salir del momento, la invitación a otro mundo, el deleite aliviador de la belleza y el misterio.

Photo_of_Mark_Rothko_by_James_Scott_in_1959 Foto de Mark Rothko de James Scott en 1959

Fuentes:

Para todas las fotos, expuestas aquí, ver «uso libre».

Rothko by Jacob Baal-Teshuva. Taschen, 2003

Paths to the Absolute: Mondrian, Malévich, Kandinsky, Pollock, Newman, Rothko and Still by John Golding, Trustees of the National Gallery of Art, Washington, D.C., 2000

Matisse by Volkmar Essers, Barnes and Nobles Books, 1996

Biografía deWikipedia de Mark Rothko

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