Después de un sueño de mil años, el Arte se despertó en la Toscana, Italia, al final del siglo trece. Así lo entendió Giorgio Vasari, el primer historiador del arte. Giotto (1266-1337) fue el primer gran artista.
Giotto di Bondone de Giovanni Dupré (1817-1882); en la fachada de la Galería Uffizi (foto con licencia C.CAttribution-Share Alike 3.0 Unported)
Vasari cuenta muchas anécdotas de Giotto y tal vez la de su círculo perfecto sea la más famosa.
El papa Bonifacio VIII* quería encargar algunas pinturas para la Basílica de San Pedro y envió a un oficial a buscar al mejor pintor de Italia. El oficial iba visitando a todos los artistas, solicitando un ejemplo de su trabajo para enviar al Pontífice. Llegado al taller de Giotto, le explicó su misión y le pidió una obra que diera al Papa una idea de su competencia y estilo. “Bien,” dijo Giotto. Cogió un papel, metió un pincel en un bote de pintura roja, apoyó el brazo en su costado, y de una única brochada dejó trazado un círculo perfecto. “Allí lo tiene,” dijo, y se lo tendió al oficial con una sonrisa.
“¿Pero solo esto?” preguntó el oficial. No sabía si Giotto estaba burlándose de él. “Es todo lo que va a mandar a Su Santidad?”
“Es más que suficiente,” respondió Giotto. “Envíelo junto con los otros dibujos y pinturas que le han dado y verá lo bien que se entiende.”
El oficial del Papa cogió el dibujo y se fue molesto, pensando que era víctima de una tomadura de pelo. ¿Quién se creía ese arrogante pintorcillo? ¿Piensa que los demás somos tontos?
Cuando regresó a Roma, enseñó al Papa el dibujo de Giotto y le contó cómo el artista lo había trazado a mano alzada, sin emplear el compás. El Papa y sus consejeros comprendieron la maestría de aquella gran O y le premiaron con el encargo.
Detalle de un supuesto retrato de Giotto perteneciente al cuadro con retratos de Cinco hombres famosos c. 1450, atribuido a Paolo Uccello. (1397-1475). Museo del Louvre (DP foto)
Un comentario oportuno
Un lector de este artículo, sin citar su fuente, ha ofrecido la siguiente explicación de fondo, que le aporta gran verosimilitud:
“La entrega de las muestras de las obras artísticas no se hacía como préstamo sino como regalo. Así, el Papa esperaba recibir las mejores obras de los artistas sin ninguna obligación de compensarles. Esta práctica se conocía muy bien y naturalmente no era del gusto de los artistas. Giotto sabía que su talento bien valía un encargo papal pero no podía negarse a presentar una obra. Su genialidad consistía en ofrecer algo que era a la vez perfecto y sin valor. La irritación del oficial no fue provocado por el sencillo dibujo como tal, cuya virtud comprendía, sino por la astucia de Giotto en evitar la trampa papal, que era el soporte de todo un ejército de comerciantes de arte.”
Pero ¿sucedió de verdad?
Sin embargo, Vasari es la única fuente de esta anécdota y no menciona la supuesta trampa papal. Posiblemente la conocía pero no quiso alegar un comportamiento tan injusto de un papa. Por otra parte, siempre evita la dimension política en sus narraciones. Parece que solo quiso impresionar al lector con la originalidad y la maestría de Giotto.
Proverbio para la historia
Añade Vasari que nació de esta anécdota un dicho o proverbio que se decía a los hombres de gran talento: “Tu eres más redondo que la O de Giotto”. Pero, gracias a su ambigüedad, también se decía, y seguramente con más frecuencia y humor, a los no dotados, ya que en el dialecto de la Toscana redondo significaba tonto.
*Vasari se equivocó de papa. Nombra a Benedicto IX [1012-1056], quien murió mucho antes del nacimiento de Giotto. El papa Bonifacio VIII [1235-1303], que encargó obras de Giotto, parecería el pontífice correcto.
El papa Bonifacio VIII, fresco de Giotto di Bondone en la Basilica de San Juan Laterno, Roma (Wikipedia DP foto)
Fuente: Vida de Giotto en las Vidas de los artistas de Giorgio Vasari
estaa muy interesante chevere bacan la historia de GIOTTO
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Una interesante anécdota que desconocía. Gracias por compartirla con nosotros :))
Un saludo!
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Julia C.: Muchas gracias. El libro de Giorgio Vasari sobre las vidas de los grandes artistas está lleno de anécdotas de este tipo. Échalo un vistazo. Otro saludo para ti.
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Gracias por recordarme esta anécdota de Giotto, que a su vez me lleva al recuerdo infantil de mi maestra, en Italia. Les debo aclarar que soy nacida en Pollina, en la provincia de Palermo, en Sicilia, y que en 1959 migré a la Argentina junto con mi familia. Vivo en Bahía Blanca. Nuevamente gracias por el recuerdo de esta historia del «círculo perfecto» , que siempre se
la cuento mis hijas y nietos.
Julia Di Piazza
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Gracias, Julia. Después de leer tu bonito comentario, fui en seguida a buscar en Google tanto Pollina en Sicilia como Bahía Blanca en la Argentina. ¡Cuánto quisiera conocer las dos ciudades! Y me gustaría haber escuchado la anécdota de Giotto de la boca de tu maestra. Un saludo.
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Un respuesta muy ZEN por parte del Giotto!!! 🙂
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hola
la anecdota de GIOTTO me la contó mi papá, quien nacio en argentina y luego fue a italia a la edad de 6 años y hasta los 17 años, alli hizo la escuela primaria fue en el año 1923 y volvio en 1940
como moraleja
queria enseñar,:
muestra lo que sabes/puedes pero no des todo lo que puedes/sabes en el primer intento, tambien debes evaluar a quien te evalua.
que tengan una feliz vida
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Joselito:
Muchas gracias por compartir con nosotros la moraleja que tu padre sacó de la anécdota sobre Giotto. Aunque a muchos les fascina, ninguno de los visitantes a mi blog ha extraído de ella tal enseñanza.
Si yo fuera el pontífice del cuento exigiría algo más que un simple círculo, aunque perfecto, ya que iba a encargar una obra de una representación imaginativa. El dominio de la técnica es solo una parte del oficio del pintor. De ahí la moraleja de tu padre: Giotto le enseñó al papa una muestra suficientemente llamativa como para despertar en él la admiración y curiosidad de saber más sobre su genialidad.
Y en cuanto a la segunda parte de la moraleja, que uno debe evaluar con cuidado a quien te evalúa, Giotto pensaba que conocía los gustos e inteligencia del papa suficientemente como para atreverse a semejante alarde de ingenio, y acertó.
Un saludo, amigo.
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