Veronés ante la Inquisición

“¿Cuál es vuestra profesión?”

“Yo pinto y hago figuras.”

“¿Sabéis por qué os hemos citado aquí?”

“No, pero me lo puedo imaginar. El Prior de San Zanipolo me dijo que la Inquisición había ordenado que pintara una María Magdalena en mi cuadro en lugar de un perro; y yo le contesté que de mil amores habría hecho aquello u otra cosa por el honor mío y del cuadro, pero que no sentía que la tal figura pudiera parecer bien allí; por muchas razones, las cuales explicaré siempre que se me conceda ocasión de hacerlo.”

Official transcript of Veronese's trialTranscripción original del interrogatorio de Veronés (Wikimedia DP archivo)

Así que Veronés tenía el valor, y la osadía, de negarse a obedecer una orden de la mismísima Inquisición.
Se trataba de una Última Cena, encargada para el refectorio del monasterio dominico de los Santos Juan y Pablo de Venecia, y que actualmente se encuentra en la Galería de la Academia de Venecia.

Oleo sobre lienzo 555 cm × 1280 cm (219 in × 500 in) Gallerie dell’Accademia, Venice (DP Wikimedia foto) [Hoy se conoce como La Cena en casa de Leví]

Después de otras preguntas sobre la técnica y medidas de la pintura incriminada, uno de los inquisidores del tribunal le demanda: “¿Pintásteis criados en esta Última Cena de Nuestro Señor?”
“Sí.”
¿Cuáles, y en qué actitudes?”
“Además de Simón, el dueño de la casa, pinté un trinchante [el cocinero con un cuchillo, entre la balaustrada y las columnas, al lado del moro], el cual he fingido que ha ido allí por curiosidad, para ver cómo iban las cosas; y muchas otras figuras que no recuerdo ahora porque ha pasado tanto tiempo.”
“¿Habéis pintado otras Últimas Cenas?”
Veronese enumera unas cuantas. “Una era para el refectorio de los reverendos padres de San Jorge el Mayor, aquí en Venecia.”
En esto el inquisidor salta a reprenderle. “¿Cómo se puede confundir la Última Cena con las Bodas de Caná?…

“Pero volvemos a la pintura de que hablabamos…Cuál es el significado de la figura a la que sale sangre de la nariz?”

“Lo he hecho por un criado al que, por cualquier accidente, puede salirle sangre de la nariz.”
“¿Qué significan esos soldados con armas, vestidos a la tudesca, con alabarda cada uno en la mano?”
Veronés duda un momento. “Aquí necesito decir veinte palabras.” Le conceden permiso. “Nosotros pintores nos tomamos la licencia que se arrogan los poetas y los locos, y he hecho esos dos alarbarderos, uno bebiendo y el otro comiendo junto a una escalera muerta, los cuales han sido puestos allí [de manera] que puedan cumplir algún oficio: pareciéndome conveniente que el dueño de la casa, que era grande y rico—según me han dicho—tuviera tales servidores.”

Veronés sabe que es un gran pintor pero choca su arrogancia y condescencia ante los examinadores: “una licencia que tomamos los poetas y los locos”!
He aquí su enorme Bodas de Caná, tal vez la mayor de todas las pinturas expuestas actualmente en el Louvre, con más de su “licencia”:

Bodas de Caná de Pablo Veronés (669 x 990cm.) Louvre, Paris  (DP Wikimedia foto)

Continuan las preguntas rápidamente, cada una más apremiante.
“Aquél, vestido de bufón, con el papagayo en el puño, ¿con qué fin lo habéis pintado?”
“Para ornato, como suele hacerse.”
¿Quiénes están sentados a la mesa del Señor?”
“Los doce Apóstoles.”
“Qué hace San Pedro, que es el primero?”
“Parte en pedazos el cordero para pasarlo al otro extremo de la mesa.”
“Y ¿qué hace el otro que está a su lado?”
“Tiene un plato para recibir lo que le dé San Pedro.”
“Decidme qué hace el que está junto a éste?”
“Es uno que tiene un tenedor con el que se limpia los dientes.”
“¿Quién creéis que realmente estuviera en aquella Cena?”
“Creo que se encontraban Cristo y sus apóstoles; pero si en el cuadro sobra espacio, lo adorno con figuras, según las representaciones.”
[…]

El inquisidor parece que se frustra y apunta más directamente:
“¿Alguna persona os ha encargado que pintarais en este cuadro tudescos, bufones, y cosas semejantes?”
“No, señores. Pero el encargo fue de ornar el cuadro según me pareciera.”
“Los ornamentos que soléis hacer dentro de las pinturas o cuadros, ¿los hacéis habitualmente proporcionados o convenientes a la materia y figuras principales, o verdaderamente a propia voluntad, según os viene a la fantasía, sin discreción ni juicio alguno?”
“Yo hago las pinturas con aquella consideración que es conveniente, que mi entendimiento puede entender.”
“¿Os parece conveniente que en la Última Cena del Señor sea oportuno pintar bufones, borrachos, tudescos, enanos y vulgaridades semejantes?”
“No, señor.”
“Entonces, ¿por qué los habéis pintado?”
“Lo he hecho porque presupongo que estas personas se hallan fuera del lugar donde se celebra la Cena.”

Y aquí el inquisidor expone las verdaderas razones por las que se molestaron las autoridades eclesiásticas.
“No sabéis que en Alemania y en otros lugares infestados de herejía suelen, con diversas pinturas llenas de groserías y semejantes invenciones, escarnecer y vituperar y hacer burla de las cosas de la Santa Iglesia Católica, a fin de enseñar mala doctrina a las gentes simples e ignorantes?”
“Tal cosa está mal, señor,” responde el pintor, “pero tengo obligación de seguir lo que han hecho mis mayores.”
“¿Qué han hecho vuestros mayores? ¿Acaso han hecho cosa semejante?”
“Miguel Ángel, en Roma, en la Capilla Pontificia [Sixtina], ha pintado al Señor Jesucristo, a su Madre y a San Juan, San Pedro y la corte celestial, las cuales [figuras] aparecen todas desnudas, de la Virgen María en adelante [sic], en actitudes diversas, con poca reverencia.”

Con esta última ocurrencia Veronés tropieza y estropea su defensa. El Juicio Final de Miguel Ángel no es un buen ejemplo para la justificación de sus propias licencias y es una torpeza afirmar que la gran pintura se hizo “con poca reverencia”, máxime cuando acaba de decir que tiene que imitar a sus maestros.

El inquisidor ya tiene donde agarrarse facilmente.
“Pero en el Juicio Final, en el que se presume que no haya vestidos o cosas semejantes, no hay por qué pintar túnicas, y en tal pintura no hay cosa sino de espíritu, no hay bufones, ni perros, ni armas, ni bufanadas semejantes…¿De verdad os parece, por éste o cualquier otro ejemplo, haber hecho bien pintar el dicho cuadro de la manera que está y si quieréis defender que el cuadro está bien y decente?”

“Señor Ilustrísimo, no es que quiera defenderlo, pero creía haber hecho bien y no he considerado tantas cosas, creyendo no cometer el mínimo desorden, tanto más cuanto aquellas figuras de bufones están fuera del lugar donde está Nuestro Señor.”

Paolo_Veronese,self-portrait
Pablo Veronés, autorretrato (wikimedia DP foto)

Los jueces ya concluyen y pasan sentencia, dando orden a Veronés a corregir su cuadro. Ya que las palabras “ita non conveniat Última Cena Domini” están borradas del informe, se cree que algunos amigos nobles de Veronés presentes en el proceso, argumentando la imposibilidad de corregir el cuadro para que fuese respetuoso con los cánones, influyeron en que el tribunal permitiera que se le cambiara de nombre: que en lugar de representar la Última Cena, se interpretara como “un banquete que festejara a Cristo vivo, para consolación de los pecadores”. El nuevo título es “La cena en casa de Leví.”

Fuente: El documento con la transcripción del interrogatorio de Veronese fue descubierto y publicado en 1867 por A. Baschet. Mi fuente es La obra pictórica completa de Paolo Caliari, el Veronés, Rizzoli Editore, Milan, 1968. Las notas biográficas de Remigio Marini incluían la traducción de la transcripción, que he seguido con alguna paráfrasis y comentario propio.

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