“[Los padres de Jesús], pensando que estaba en la caravana, anduvieron camino de un día. Buscáronle entre parientes y conocidos, y al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en busca suya. Al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas… “ San Lucas: 2, 45-47
Jesus disputa con los doctores de Veronés (1560) 236 cm × 430 cm; Museo del Prado, Madrid (foto en dominio público)
Jesús debate con el hombre grueso vestido de naranja a la izquierda. Su compañero empuja un libro sobre la barriga para persuadirle que abandone su linea de defensa, que el Niño tiene razón.
Veronés no fue solo pintor, sino psicólogo también. Aquí ha creado una docena de hombres con caras y actitudes de sorpresa y perplejidad, asombrados con lo que oyen. Si no son retratos de hombres reales, es como si lo fueran. No es de extrañar que Diego Velázquez, en su viaje a Italia, comprara este cuadro para el Rey Felipe IV. Sabía reconocer una cosa buena.
Los cuerpos hablan tan claro como sus caras. Hasta los doctores de espalda demuestran agitación y aturdimiento. Uno de ellos, obviamente perplejo, escucha con el dedo detrás de la oreja. Otro, ante el problema propuesto por Jesús, se echa atrás en su silla para reflexionar. El profesor que se encuentra detrás de él, con la mano parada sobre su pecho, se da cuenta de que su refutación no vale. Un doctor alto y sabio parece rendirse respetuosamente. Un estudioso busca un párrafo de la Ley en su gran libro.
El pintor psicólogo
Pocos pintores han creado figuras tan verosímiles. Algunos, a Veronés, le han llamado «el Shakespeare de la pintura», o “el pintor dramaturgo”. Su gran Familia del Rey Darío ante Alejandro Magno, actualmente en la National Gallery de Londres, es otro ejemplo de su genialidad.
Familia del Rey Darío ante Alejandro Magno de Veronés, 1565-1567 (236.2 × 474.9 cm (93 × 187 in); foto en dominio público
Alejandro y sus soldados están viendo de cerca y por primera vez la mujer más bella del mundo, la esposa del Rey Darío, y la miran con estupor. Se asoma la codicia en la expresión de algunos. La reina ya pertenece a Alejandro, cuyo ejército macedonio acaba de derrotar a los Persas en una batalla decisiva y han conquistado su vasto imperio. La reina es botín de guerra.
Los tiempos han cambiado
Los pintores de nuestro tiempo no suelen abordar la invención de complejas escenas dramáticas. El último pintor americano que intentaba este tipo de representación fue Norman Rockwell, en obras como esta:
Freedom of Speech de Norman Rockwell (1943) foto Wikimedia en dominio público
Más que teatro
Pero Veronés también supera a la mayoría de pintores en calidad y número de inventos en otros aspectos de la pintura. El critico de arte inglés John Ruskin escribió: «El arte supremo es el que tiene el mayor número de las ideas más grandes”, una definición que ya no es útil. Sin embargo, si uno dispone de más de unos segundos para contemplar esta obra, encontrará “grandes ideas» e inventos por todas partes.
De hecho, con Veronés es difícil saber cuáles son sus prioridades en cada creación: si un diseño original, unos colores brillantes, o personajes verosímiles. Los plasma todos, y con singular maestría y facilidad. No se ven signos de duda o “pentimenti” ( palabra italiana que significa»arrepentimientos»). Parece simplemente echar sus figuras sobre los lienzos como un mago con su varita.
¿Y ese pilar?
Una particularidad memorable, única, de esta gran pintura es la columna en medio. ¿Quién hubiera imaginado una escena con un pilar que obstruye la vista?
La perspectiva lineal, una manera científica de representar el volumen y la distancia en una escena, se descubrió en el Renacimiento y a los artistas les encantaba experimentar con ella. Los objetos de un cuadro van alejándose hacia el horizonte según unas líneas geométricas precisas, y los que se situan a más distancia del espectador se crean más pequeños, y se colocan más arriba en el lienzo. Aquí se exponen unas de las extravagancias de Tintoretto, amigo de Veronés:
El Lavatorio de Tintoretto, 1548-1549 (210 × 533 cm (82.7 × 209.8 in) foto Wikimedia en dominio público
Veronés, con un toque genial, coloca una columna justo delante de nosotros, frustrándonos un poco, y haciendo que nos forcemos más para mirar hacia el interior de la gran sinogoga. También juega con las líneas de la perspectiva, pero las disimula. Logra una ilusión de profundidad por medio de una definición mejor de las figuras del primer plano que las del segundo y tercero; un hábil espaciamiento de los pilares; y el obscurecimento de algunas de las figuras sentadas entre la columna y el Niño.
Jesus disputa con los doctores de Veronés (1560) 236 cm × 430 cm; Museo del Prado, Madrid (foto en dominio público)
Esos pilares en forma de curva detrás de los doctores encuadran la escena y la mantienen, como si dijésemos, sobre la tablas. Además, establecen un plano medio, uno detrás de Jesús pero bien por delante de Maria y José al fondo del templo. Así, los tres planos del cuadro quedan unidos.
¿Qué ropa llevan?
Toda la indumentaria es una creación de Veronés. Hoy en día, ¿qué artista inventa la ropa de sus figuras? En tiempos del Renacimiento ése fue parte de su trabajo o de su libertad. Miguel Ángel vestía a todos sus profetas con ropa inventada, creada para realzar sus movimientos y su dignidad, además de embellecerlos con atractivos colores. Pintó “al fresco”, con su gama de colores limitada.
Sibila Líbica de Miguel Ángel (395 × 380 cm (155.5 × 149.6 in) foto Wikimedia en dominio público
Los vestidos de Veronés no son menos originales. Y, en cuanto a sus colores se refiere, pocos artistas en toda la historia de la pintura le han igualado. Pintó al óleo. Sorprende ese traje amarillo del doctor más cercano al espectador, con su capucha negra y cordoncillo negro. ¿Y esa falda rosa? Añade otro bello color a la composición. Veronese nunca creó una figura sin vestirla de un color tan esplendoroso como podía imaginar.
Hilos mágicos de pintura
Hay una cosa más que le obligará a quedarse delante de esta pintura más de los veinte segundos que los visitantes de museos suelen dedicar a los cuadros. Es la manera en que Veronés aplicaba el color.
Su maestro, el veneciano Tiziano, ya había empezado a pintar con pinceladas libres que dejaban huellas en la pintura. La pintura al óleo llevaba pocos años en Italia y cada artista experimentaba con el nuevo medio para descubrir y aprovecharse de sus cualidades claramente superiores a las del temple. Tiziano vio que si dejaba cada pincelada tal cual sobre el lienzo, sin aplanar la pintura, el color parecía más vivo. Por su parte, los Florentinos seguían aplicando la pintura según la manera tradicional. En las pinturas de Rafael, por ejemplo, no hay pinceladas visibles. La superficie de la pintura es plana.
Traslado de Cristo de Rafael, 1507 (184 × 176 cm) foto Wikipedia en dominio público
Veronés siguió el ejemplo de Tiziano. Le gustaba ver en la obra terminada cada toque de su pincel. Y desde su época, uno de los deleites al contemplar una obra de pintura es ver cómo una pequeña aglomeración o hebra de pintura, aplicada con destreza en el lugar justo y en la cantidad justa, se convierte en un rayo de luz, un reflejo, una sombra, o un objeto. Los destellos en los vestidos de estos doctores, examinados de cerca, son las pinceladas tal cual las dejaba Veronés. De lejos, como por magia, representan la luz y la forma. Dos framentos:
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