Hermann Goering, el Mariscal Nazi, escondió su fabulosa colección de pinturas en unas minas de sal cuando los aliados empezaron a tirar bombas sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Los soldados norteamericanos entraron poco después y descubrieron los cuadros.
Los soldados norteamericanos descubren un cuadro de Monet (foto de este artículo aparecido en El Mundo)
Inmediatamente se inició una investigación: ¿cuál fue la procedencia de tantas pinturas valiosas? La colección incluía obras de los más destacados maestros, y entre ellas, ésta atribuida al gran pintor holandés Vermeer:
Cristo y la mujer adúltera, el falso Vermeer de Goering
Las pesquisas de los investigadores les llevaron a un pintor holandés llamado van Meeregan y lo arrestaron por colaborar con los Nazis. Vender patrimonio cultural holandés a los Nazis se castigaba con la pena de muerte.
Sorpresa
Pasados tres días en la cárcel, van Meeregan les dijo que quería hacer una confesión. “Fui yo el pintor del Vermeer de Goering,” dijo, “y de otros muchos.”
“¿Cómo?” le dijeron los investigadores con sorpresa. “¿Qué dice?”
“Lo hice para vengarme de los críticos tan necios, incapaces de percibir la superioridad de mis cuadros. Si por ellos fuera, me habría muerto de hambre. Pues, bien: un día decidí engañarles a todos. Compré unas pinturas viejas del siglo diecisiete, borré las figuras y pinté otras mías al estilo de Vermeer. Para despistar a los analistas tuve mucho cuidado en dejar en el lienzo tanto de la pintura original como pude. Utilicé lapislázuli auténtico para el azul y no el cobalto moderno, y, por ejemplo, pinceles con pelos de comadreja, como los que usaba Vermeer. Por supuesto, cuando quité el lienzo de su bastidor viejo, guardé los clavos originales.”
Los investigadores no le creyeron. “Sí, hombre,” decían entre ellos. “Él pinta un Vermeer y nosotros un Leonardo da Vinci. Bien, hay una manera de ponerle en evidencia y acabar con este cuento.”
¡Aquí Rhodas, aquí salta!
Le llevaron de la cárcel a su estudio de pintar. “Demuéstrenos cómo lo hizo,” le ordenaron. “Píntenos un Vermeer.” Y le observaban mientras iba creando un cuadro que bautizó, con actitud de ofendido por su propia situación, Jesús entre los doctores. Tras un par de meses, los investigadores quedaron convencidos de su pericia. Aunque nunca acabó la pintura, demostró a todos que era competente para falsificar el Vermeer de Goering.
Jesus entre los doctores— van Meeregan fotografiado mientras pinta para la policía holandés (foto de uso permitido de Wikipedia)
A continuación, la obra tal y como la dejó en 1945:
Jesús entre los doctores de van Meeregan (foto CC BY-SA 3.0 subido por Michael Gäbler)
En consecuencia, el fiscal cambió su acusación de colaboracionista Nazi a falsario. Y en el proceso judicial van Meeregan fue declarado culpable, con sentencia de un año de prisión. Pero antes de que pudiese empezar a cumplir su condena, murió. Era gran bebedor y consumidor de pastillas y su salud había deteriorado rápidamente desde su detención.
Pinturas falsificadas, por todas partes
Antes y durante su proceso judicial los más grandes expertos de Holanda, Inglaterra y América investigaron seis Vermeer sospechosos de ser falsos y que fueron vendidos por sos años recientes y otros dos que fueron encontrados en el estudio de van Meeregan. Concurrieron en que todos eran obras suyas, lo que causó gran sensación y aturdimiento en el mundo del arte. Goering había pagado la friolera de 1.650.000 florines por la suya. ¡Por creerse el más listo! pensaron todos. Pero el primer Vermeer falso había aparecido ya en 1937 y había engañado a uno de los más grandes expertos de la época, quien, tras declarar solemnemente que era auténtico, lo exhibió en París, donde el Rembrandt Vereniging de Amsterdam lo compró por 550.000 florines. Van Meeregan pronto se enriqueció, aunque discretamente.
Sus falsificaciones de Vermeer y otros maestros, que creó durante varios años, engañaron a compradores privados, organizaciones, museos y gobiernos de varios países de Europa y América. Se calcula que la estafa total de sus obras ascendía al equivalente de treinta millones de los dólares actuales.
¿Quién fue van Meeregan?
Empezó estudiando arquitectura en la universidad pero le atraía más la pintura. Ya de pequeño quiso ser pintor. Encontró a un profesional que le enseñó la técnica de los grandes maestros de su país, en especial, los del siglo diecisiete, como Vermeer, Franz Hals, Fabritius, y de Hooch.
Superó los exámenes de la Academia de Bellas Artes de la Haya y empezó a exponer sus pinturas. Al principio parecía que iba a poder vivir, y vivir bien, de su oficio. Vendía bien sus obras, particularmente las de “temas bíblicos arcaizantes”, (como las calificaba el crítico Bianconi). Llegó a ser bastante conocido en los Países Bajos también por sus retratos y, sobre todo, por una pintura que realizó para una princesa de su ciervo querido.
Ciervo de la princesa Juliana dibujado por van Meeregan (foto Wikipedia en dominio público)
En verano se instalaba en la Costa Azul y retrataba a ingleses y americanos ricos por honorarios astronómicos. A los 30 años le aceptaron como miembro de una prestigiosa sociedad de artistas holandeses.
Pero no logró el reconocimiento y las retribuciones monetarias a que aspiraba y comenzó a falsificar obras. Poco a poco iba acumulando conocimientos a base de la lectura y el experimento, hasta que se consideró un experto en las vidas y técnicas de los viejos maestros. Se especializó en Vermeer de Delft.
La obra que más impresiona
Su falsificación más destacada, y de la que más se enorgulleció, fue Los discípulos de Emauus. Había leído que Vermeer posiblemente había viajado a Italia, donde habría visto la obra maestra de Caravaggio, La cena de Emmaus.
La cena de Emmaus de Caravaggio, 1601 (foto Wikipedia en dominio público)
Al considerar que sería verosímil que Vermeer hubiese pintado una obra inspirada en aquella, van Meeregan se puso a crear Los discípulos de Emmaus.
Los discípulos de Emmaus de van Meeregan, 1936 (foto de uso permitido de Wikipedia)
Fue la pintura que el experto en Vermeer, Abraham Bredius, declaró auténtica. Se expuso en el Museo Boymans de Rotterdam con cuatrocientas obras de los viejos maestros y destacó entre todas. “Ha sido el núcleo espiritual de la exposición,” decía la Zeitschrift für Kunstgeschichte. “Jamás una obra de arte se había hecho tan célebre en tan poco tiempo,” decía la revista Panteón. El crítico de Vries la elogió como “el milagro de la pintura.”
¿A que no se parece?
Uno de los aspectos más llamativos de estas falsificaciones es que, para el espectador común, no parecen obra de Vermeer.
La Lechera, 1660, de Johannes Vermeer (foto Wikipedia en dominio público)
En su taller-estudio, los investigadores encontraron dos obras más al estilo del viejo maestro, pero van Meeregan nunca intentó venderlas. Probablemente consideraba que eran demasiado “típicas” y así levantarían más sospechas que una obra con una vertiente completamente nueva. Es decir, con gran audacia presentó al mundo unas obras que a primera vista no recordaban a Vermeer, pero que supuestamente representaban una dirección nueva o desconocida de su trayectoria artística. Al fin y al cabo, de las poco más de treinta pinturas conocidas de Vermeer, tres o cuatro encajan mal con las demás, como Diana y las ninfas o la Muchacha con flauta.
Muchacha con flauta de Johannes Vermeer, 1666 (foto wikipedia en dominio público)
El engaño perduró
Otra curiosidad es que no todos los expertos quedaron convencidos de que van Meeregan fuera el autor de todas las obras falsas que afirmaba haber pintado. Durante años había quien seguía creyendo que algunas de las pinturas de “nueva dirección” eran realmente de la mano de Vermeer. Un coleccionista, Daniel George van Beuningen, propietario de la Ultima cena cuestionada, por la que había pagado 1.600.00 florines, querelló contra uno de los expertos que había demostrado la falsedad de las obras de van Meerigan. “¿No ve que mintió van Meeregan cuando dijo que había pintado todos esos Vermeer?” decía. Y un crítico escribió un artículo titulado “Retorno a la verdad”, en el que reafirmaba la autenticidad de la Última cena como el Emmaus. Mantuvo que esas dos obras de Vermeer eran precisamente los modelos en que van Meerigan se inspiró para crear sus falsificaciones. Hubo dos procesos y Beuningen perdió ambos.
Un análisis de los pigmentos usados ha sido contundente: van Meeregan no tuvo más remedio que usar pintura que no existía en tiempos de Vermeer.
Juan Vermeer de Delft, pintor holandés, considerado uno de los pintores más grandes del siglo diecisiete, autor de paisajes e interiors. Una de sus obras más conocidas es la Muchacha con Turbante en el Museo Mauritshuis de la Haya:
Fuentes:
La obra píctórica completa de Vermeer, Clásicos de arte, Editorial Noguer, S.A., Barcelona, 1968, con notas de Piero Bianconi.
Han van Meerigan en Wikipedia